Presentamos las narraciones de Fernando González, docente muy reconocido en Jesús María y zona debido a su larga trayectoria. Oriundo de San Martín de los Andes en el año 1967 y con toda una vida dedicada a la enseñanza. En la presentación de “6000 mil, conquista de una cumbre”, uno de sus libros, “Ferpi” es presentado de la siguiente manera:
“Tal vez como profesor de informática y tecnología en las escuelas secundarias, con el objeto de conseguir el pan de cada día y para ganarse la vida, como reza el adagio. Pero también ha dedicado gran parte de su tiempo a compartir lo aprehendido en la naturaleza espiritual y social del quehacer scout. Actividad que realizo desde los primeros años de su infancia hasta el día de hoy y de donde extrajo el sabor de las enseñanzas que se pueden obtener de ellas. Hoy, intentando proseguir con su objetivo en esta vida, pretende transmitir las lecciones asimiladas sobre las frías laderas de los solitarios cerros subidos para que sirvan de la multitudinaria vida que nos toca vivir. Todo esto sin importar la altitud alcanzada”.
Espíritu de montaña – ¿De que se trata?
Subir tan alto, hasta ese lugar donde solamente la mirada se atrevía a llegar, puede mostrarte el verdadero ser que existe en ti. Hacer cumbres en bellas montañas de 6000, 5000, 4000 metros, o de menor altura inclusive, puede llevar a que logres erguirme frente a increíbles paisajes que intentan reflejar una imagen aparente de lo que eres. Pero como siempre sucede, sólo logras comprenderlo muchos años después.
El viento que llega silbando por las milenarias laderas, la nieve cubierta de anaranjados en amaneceres y atardeceres, el frío que cala en lo profundo y la silenciosa soledad inundándolo todo. De eso se trataba. De contemplar y descubrir en la belleza, lo que existe oculto en cada uno de nosotros. De comprender el amor que puede brindar un paisaje, a simple vista, inerte.
Pero el velo fue derribado y ahora, el tiempo de observar lo aprendido ha comenzado. Somos hombres que ha logrado amarse porque un día tuvimos el honor y el placer de lograr su propia cumbre. Todo esto sin importar la altitud alcanzada. De eso se trata el espíritu de montaña.
Ferpi – 22 de abril 2019
Espíritu de montaña – La Felicidad
La felicidad, he comprobado, se encuentra en el mismo sendero que utilizamos para marchar a su encuentro. No se trata de un premio al final del camino. No es siquiera, la luz que ilumina ese andar. Cada paso que damos al subir una cuesta, el esfuerzo que esto significa, la falta de oxígeno, el corazón a punto de explotar, los brazos entumecidos de frío, la espalda dolorida por el peso de nuestra mochila y el helado aliento que se escapa de nuestras bocas sedientas, son la felicidad. Y nuestra llegada a la cumbre es solo la culminación de una etapa. Etapa que nos permite, solamente, comenzar una nueva. Porque la felicidad no se encuentra en esa solitaria y fría cumbre de montaña.
Quizás sea necesario derramar lágrimas para comprender que somos felices. Pero éstas ya no serán de autocompasión porque hemos alcanzado nuestra más preciada cumbre. Y todo esto sin importar la altitud alcanzada.
Ferpi – 22 de abril 2019
Espíritu de montaña – Hablando al corazón
La ambición del corazón y el tiempo que destinamos a conversar con nosotros mismos, son dos importantes herramientas que descubrimos y comprendemos en la montaña. Porque llegamos a ver que nuestro corazón ambiciona aquellas cimas que aún no hemos alcanzado y quizás sea esta la naturaleza humana pero también nos descubrimos hablando con nosotros, muchas veces sin necesidad de palabras. Porque es ineludible develar el nuevo camino a recorrer y así alcanzar nuestra próxima cumbre. A 6000 metros de altitud sólo nos resta enjugar nuestras lágrimas y descender en búsqueda de nuestras nuevas metas. Todo esto sin importar la altitud alcanzada.
Ferpi – 22 de abril 2019
Espíritu de montaña – Quien soy
Descubrí también, subiendo empinadas laderas de hielo y roca, que al tiempo que la majestuosa montaña me daba permiso para molestar su eterno descanso, me enseñaba el camino hacia lo profundo de mi espíritu. Cuando buscaba hielo para derretir y tomar algo con que calentar mi cuerpo, no debía demostrarle a ese hielo que yo era un tipo generoso, bondadoso o ninguna otra cualidad para que él, simplemente se brindara conmigo. Cuando el sol salía, tímido entre los picos helados, no debía demostrar mis virtudes de buen caballero para que él surgiera de lo profundo del mundo a calentar mi rostro. Cuando el viento dejaba de golpear mis manos, no lo hacía porque había descubierto el genio o el virtuosismo que yo creía, existían en mí. El hielo, el sol y el viento eran tan sólo ellos mismos todo el tiempo. Era yo quien deseaba o necesitaba transformarlos a mi gusto y parecer. Pero con el tiempo llegué a conocerlos y a lograr su amistad y así comprendí que yo también era como ellos y ahora no hizo falta convencerme de nada. Pues ya no fue necesario demostrarme quien era.
Ferpi – 24 de abril 2019
Espíritu de montaña – Amistad
A 6000 metros de altura, la amistad es el valor más preciado. El silencio entre dos personas se transforma en mágico pues la falta de oxígeno te exige ser cuidadoso con tus movimientos y conversaciones. Por ello, los pensamientos inundan el interior de tu carpa y la grandeza de la montaña y comprendes que tu amigo de aventuras ya no es un extraño. Y perdonas y pides disculpas. Y ríes y lloras a su lado. Y comes su misma comida y bebes de su agua. Como si fueran lo terrenal y lo espiritual en cada bocado y en cada sorbo. Luego, cuando la montaña se ha marchado, la amistad continúa por siempre.
Ferpi – 25 de abril 2019
Espíritu de montaña – Nuestra Carga
Cuando subes una montaña te aferras a las pequeñas cosas que te atan a la vida: una bolsa de dormir, una campera de abrigo, una pequeña cocina de gas, una linterna o tu brújula, aunque también cargas en tus espaldas algunos pesares que pesan demasiado. Pero cuando llegas a la cima comprendes que ya no necesitas de estos elementos para absorber la vida que te rodea. La vista es grandiosa desde arriba y quizás sólo por ese pequeño instante de maravilloso asombro logras ver que no era necesario haber cargado durante todo tu viaje con tanto peso. Y luego reflexionas: “Cuando regrese, al mundo de nosotros los mortales, practicaré el arte de soltar y descubriré que mi próxima cumbre ya no contará con el peso de la carga absurda…” y así te obsequias otro paso hacia la felicidad.
Ferpi – 4 de mayo 2019
Espíritu de montaña – Soledad
Quizás sea la soledad la mejor aliada de un montañista o de un soñador, pero no puedo aventurarme a asegurar, que en alguna oportunidad llegue a transformarse en su amiga.
Quizás podríamos compararlo con un pariente lejano y olvidado quién, de un día para el otro, llega y comienza a vivir en el hogar del montañista o del soñador. Se instala en un rincón, silenciosa pero observándolo todo. Y es ese mismo silencio es el que comienza a molestar al montañista o al soñador. Comprender que la música le fastidia, el silbido sin compás o las canciones desentonadas le duelen, como así también cualquier otra muestra de alegría que ingrese por la puerta o por la ventana.
Pero sabe bien que no es su enemiga, aquel entrañable compañero de rutas intransitables, es como un viejo pariente que regresa de tanto en tanto a su esquina en la habitación y allí espera, indolente, por el destino de aquel montañista o de aquel soñador.
Pero el montañista sabe que la soledad no es mala. Porque con ella comparte los amaneceres en las heladas cumbres y sólo ella logra comprender el poder de lo que está viviendo. Y el soñador ríe, pues gracias a la fastidiosa soledad, sus sueños toman forma.
De pronto la soledad se marcha, porque llegan amores en forma de amigos, de hijos o de amores y ahí comprendemos que ella también es su compañera. Porque muchas veces, lejos de extrañarla, ansían su regreso para molestar su pasar, con música fuerte, silbidos sin compás o canciones desentonadas como así también con cualquier otra muestra de alegría que ingrese por la puerta o por la ventana.
Ferpi – 16 de Septiembre de 2019
Espíritu de montaña – Tiempo de Primavera
Hoy ha llegado la primavera una vez más, ha golpeado mi puerta y mi corazón. Ha trastocado mis sentidos y me ha vuelto loco. Y una vez más he pensado en las cumbres alcanzadas. En aquellas lejanas montañas, no en la distancia sino en el tiempo, y me pregunto: ¿Regresaré algún día a sus laderas maravillosas? Como hoy lo hace el dulce viento del norte. ¿Retomaré los caminos cubiertos de piedras cargando con una meta en la mochila y en mi espíritu? ¿No seré demasiado viejo… o quizás demasiado maduro para permitir que mis sueños florezcan en este nuevo tiempo de amor y flores?
Cada vez las montañas se encuentran más lejos, como si dos mundos giraran en sentido contrario alejándose mutuamente y mi espíritu descubre una sombra que lo cubre. Es quizás la tristeza que lo envuelve y lo adormece.
Pero no…
Hoy ha llegado la primavera y ha golpeado la puerta y mi corazón una vez más. He intentado comprender su mensaje y descubro que no…
No estoy demasiado viejo para que mi espalda se doblegue ni demasiado maduro para sentir como un niño o volar como un pájaro entre los naranjos en flor.
Espera por mí, impasible montaña, porque ya pronto estará listo mi equipaje y marcharé a tu encuentro, pues hoy he descubierto que mis piernas aún resisten el esfuerzo.
Espera por mí, destino incierto, porque hoy he descubierto que no tengo miedo de ti y que seguiré soñando hasta que de mi cuerpo escape su último suspiro. En alguna de estas primaveras que aún están por llegar.
Ferpi – 21 de Septiembre de 2019
Espíritu de montaña – Aburrimiento
Las viejas postales de altas laderas que guardo en la memoria se desdibujan de mi retina como si quisieran marcharse. Es quizás porque la evocación falla y el corazón se aquieta. Se trata de un tiempo de jóvenes sueños pasados de mí que jamás regresarán. Pero aún estoy aquí, pensando en regresar a su encuentro, cargado de fríos intensos y dolores en mis huesos, porque eso sí lo recuerdo y al rememorarlos nace una sonrisa, tierna y algo disimulada pero que alegra mis tardes de hastío frente a un televisor inútil.
Busco una respuesta entre palabras borrosas que extraigo de mi espíritu abordado por los innumerables cambios a los que se enfrenta cotidianamente.
Luego de la calma nace la tormenta pero luego de la lluvia nace una ansiada paz y descubro al hombre, un individuo que mira ansioso los rayos que caen y las nubes que se forman a sabiendas de luego caerá sobre él, otra vez, la esperanzada paz.
Aburrido, esa es la palabra que busco, pero este fastidio que hoy siento es tan necesario como la sonrisa que surge con él y el sol que golpea mi ventana. Como el calor de un amigo o el recuerdo de un amor pasado. Porque soy humano, un ser que necesita de los cambios permanentes para sentirme vivo y de metas claras para seguir en el camino y de cumbres inalcanzables para sumergirme en ellas y dormir en la paz que trae la tormenta luego de una tarde de hastío frente al inútil televisor.
Ferpi – 11 de Octubre de 2019
Espíritu de montaña: Viajar
Quizás la principal idea que nos mueve al intentar trasladarnos hacia una montaña es la de viajar. Conocer lugares ariscos al bienestar, generar amistades con personas que mantienen la misma búsqueda y principalmente descubrir en el interior de uno mismo aquella respuesta que hemos intentado interpretar desde siempre.
Viajar es quizás el primer motivo que nos hermana a una montaña pero no tan sólo a las montañas y tampoco se trata del único impulso que nos moviliza. Y aunque es quizás la base motora de toda aventura, muchas veces dejamos de lado el viaje en sí mismo en pos de senderos que descubrir. Yo sólo puedo transcribir las palabras que alguna vez escuche y que he desandado todos estos años, una y mil veces. “…Una montaña tiene tres momentos: El primero, un año antes de viajar a su encuentro donde se forjan los preparativos físicos, materiales y mentales, el segundo se encuentra en los escasos veinte minutos en su cumbre y el tercero dura el resto de nuestras vidas…”
Hoy deseo homenajear a todos los pasos necesarios que realizamos para que nuestra vida llegue a este tercer momento y que en las tardes de domingo, mientras compartimos un asado con nuestra familia o una cerveza con amigos, estos recuerdos lleguen de regreso como invitados a la mágica reunión y en ese instante, tanto los buenos como los malos se transformen en sonrisas.
No hay más que decir. El viaje sólo ha concluido para dar lugar al próximo enfrentamiento entre nosotros y la aventura. Saludos viajeros del mundo.
Ferpi – 3 de Noviembre de 2019
Espíritu de montaña: El Amor en Tiempos del Corona
¿Qué piensa el amor de nosotros? Porque en verdad siempre somos nosotros quienes hablamos sobre él pero nunca pedimos su opinión.
Subiendo una montaña puedo recordar que nuestra fuerza se nutre de un amor. La promesa del calor de aquel que nos espera en la mullida amistad del hogar. Ese recuerdo nos calienta el espíritu mientras escalamos frías rocas o duros hielo y la idea de un pronto reencuentro le da un sabor distinto a cada paso que damos en pos de una cumbre. Pero el amargo sabor de despedida que nos ha dejado en la boca, el amor que se marchó, también nos fortalece. Desde el horizonte muy lejano hasta la huella que se pierde delante de nuestros ojos llorosos, debemos exigirnos a dar un nuevo paso en pos de una nueva cumbre. Y esa es también una demostración de amor. Amor por nosotros mismos que nace del mismo sitio. Ese calor sube disfrazado de esperanza y nos alienta a dar otro paso. Y así llegamos a la cumbre y luego de mirar el imponente paisaje para descubrirnos pequeños una vez más, comenzamos el descenso.
Bajamos por el camino que nos llevó allí, sabiendo que el peligro es inminente, que podemos caer en cualquier momento. Pero también estamos seguros de que algo dentro ha cambiado. Hemos crecido un poco más.
Es el amor el que mueve nuestros pies, de esa manera comenzamos a transitar el sendero que nos llevará a nuestra próxima cumbre. Y todo esto sin importar la altitud alcanzada.
Ferpi – 8 de Junio de 2020
Espíritu de montaña: Correr
Busco en mi armario las armas necesarias para emprender la marcha.
Y las advierto desperdigadas por el piso y en mi memoria.
Encuentro zapatillas que se me ocurren lanzas. Remeras como escudos. Gorras que simulan yelmos. De aquellos señores que viajaban a la guerra.
Pero es tan sólo otra batalla. Es la superación de mi mismo.
Ferpi – Junio de 2018
Espíritu de Montaña: las Carreras
“Olvida la sensación de que no puedes correr más rápido, olvida la sensación de cansancio, porque el día de hoy estás preparado para vencerte y nada te va detener. Y aprende de la luna, aunque se encuentra sola, nunca deja de brillar.”
Sigue corriendo. No dejes que las escusas te den alcance porque el mayor riesgo de este día es el de no correr riegos…!! Ya que la recompensa no es tan grande sin la lucha que ella conlleva.
Espíritu de Montaña: el poder de las decisiones
En el tiempo de las montañas es importante cada decisión. Tomar agua, cambiar tu ropa mojada, emprender el ataque a la cumbre o bajar por culpa de una inesperada tormenta son cuestiones que encarnan fuertes cuestiones que tienen que ver con tu vida. Quizás pensar en subir una ladera es una poderosa decisión. No someterte al fantasma de la televisión o la calidez de tu hogar significa intensas decisiones que afectan tu vida y, por supuesto, las de quienes te rodean. Y es en esos momentos, en los que nuestra propia vida está en juego, cuando el poder de las decisiones se pone en juego. Pero…¿es así en cotidiano llano de nuestra existencia?. ¿Nuestras cotidianas toma de caminos afectan nuestra vida y la de quienes nos rodean…?
La buena noticia es que toda ruta determinada por nosotros mismo conlleva algo bueno y algo malo. Lo importante es saber de antemano si seremos capaces de vivir o morir con lo malo de aquellas cuestiones que resolvemos como importantes. A cada paso.
Día 166: Fiambalá
Yo te recorrí, desierto, dunas e ilusión
Anduve extraviado por tus arenas y tus cardones
Y reí como un loco al desandarte
Y el viento tocó mis tobillos
Y el agua sucumbió a tu sed
Y las piernas gritaban
Y los pulmones ardían
Pero mi ser fue uno contigo
Para siempre
Día 167: El día que llegué primero
Aquel día fue de noche.
Una noche cerrada, sólo iluminada por luciérnagas.
Mi cabeza, atenta a los secretos de la oscuridad,
Marchaba por los senderos de la montaña,
Mucho más ligero que mis piernas.
Y mi corazón,
Ignorando las hambres de mí cuerpo que a gritos
le pedía compasión,
latía más fuerte.
Pues en la meta, más allá de los diez kilómetros,
ella esperaba.
Para otorgar mí premio.
Día 168: 100 K
Caminos, senderos, arroyos, piedras, tierra y arcilla.
Montañas, cardones, cielo, silencio y vacío.
Sonrisas inexplicables, corazones latiendo.
Y tantas imborrables fotografías
de una carrera que ya nunca tuvo final.
Y hoy
Mis días se alegran
Descubriendo otra vez el aroma a sed
El viento en mis brazos desnudos
El frío de la noche sobre mi espalda
Y la certeza de haberlo logrado.
Pues aquel día,
corrí cien kilómetros
Día 169: Tercer Puesto
Aquellos inestimables ocho kilómetros que me separaban de la meta
no podían detenerme.
Eso estaba escrito en los libros del destino
Y mi cuerpo sufrió con los dolores del espasmo
Y mi sangre corrió sin saber porqué
Mientras la meta se alejaba
Yo corría hacia mi futuro
Uno cercano, que sin saberlo daba la señal
pues,
mi primera carrera había finalizado.
Día 170: Daniel
La muerte le dio alcance
En la trepada de una gran carrera
O quizás fue en una bajada
En esas donde las zancadas son más largas
O cruzando un arroyo
Alguno de los tantos que serpentean por las sierras.
O pisando la nieve de un alto volcán.
O la arena tibia en interminables desiertos.
O quizás oculto por la verde tierra de una selva roja.
O en cualquier lugar donde su corazón
lo llevara.
Día 171: 50 K
Corrí desde el sol hasta la luna.
Crucé las montañas en la soledad de su premura.
Comprendí el dolor y la paciencia,
Y en la llegada,
un tibio sentimiento de bienestar.
Sin imaginar que mis piernas
Soportarían el cansancio y las espinas
Descubrí a un héroe
Que bajaba en la noche guiado por mil luces
Día 172: San Martín de los Andes
Sus recuerdos llegan a mí como una vieja balada
Sonidos de vientos que silban entre los pinos
Pisadas firmas sobre terreno seguro
Heladas aguas de deshielo que entumecen mis piernas
al cruzar por sus arroyos
El amarillo de millones de flores dispersas en la pradera
El azul de un cielo vigilante
Y las banderas flameando
Al final de la jornada.
Día 173: El día que llegué último
Conocí el cardón que aún hoy duerme en mi patio
Conocí el aliento del desconocido que apuraba mi espíritu
para no desfallecer.
Conocí el poder de llegar al sitio donde todos esperaban
con las manos y el corazón abiertos,
pues nadie debía quedar atrás
Ni aún siquiera
El último.
Día 174: La Magia y el Conjuro
Creadores de todo lo conocido,
generadores de luz, alimento y protección.
Yo corrí a tu lado, hermano Comechingón
pero lo hice de noche para que la luna estuviera conmigo
como el yastay, el chiqui y el uturuncu.
que junto al sol
son los creadores de todo lo conocido.
Día 175: Escribir
He iniciado otra carrera.
En la que debo estar solo y pensar
O tal vez escuchar el afuera
Ya que mi cuerpo está cansado
Y mis piernas no soportan el dolor
Debo iniciar, hoy, otra carrera.
Más cómoda lo sé
Menos riesgosa, quizás.
Pero al igual que en las carreras de mis años de juventud
Sólo es mi intención participar
Pues estoy seguro de que a la meta
Ya he llegado.
Día 176: La vuelta al Lago
Solamente treinta kilómetros pensé
Y mis pensamientos, más pretenciosos que yo,
viajaron a los lejos en busca de gloria.
Quizás fueron los interminables calambres.
Quizá fue la belleza del solemne paisaje.
Quizás la ayuda de los compañeros que pasaban a mi lado.
O el agua que cargaba en mis espaldas.
O el barro en mis piernas.
Y con el lago hasta mi pecho crucé su brazo.
Y sólo allí comprendí, que llegaría a la meta
Día 177: Día de Entrenamiento
Subir y bajar un millón de veces por la misma cuesta
Saltar o girar sobre nuestros talones
Recorrer el sendero cuantas veces fuese necesario
Correr por los caminos sin saberlo
Pasadas, fondos y trepadas.
A la hora justa, determinada de antemano
Con atletas y sus ansias de superarse
Y al final del día
brindar por un trabajo bien hecho
Día 178: Deseo
Deseo tener la fuerza para levantarme cada día, calzar mis zapatillas
y salir a correr un par de horas.
Con la música en mis oídos
o los sueños en mi cabeza
cubrir diez o quince kilómetros
como si se tratase de una nueva marca.
Regresar luego a una ducha tibia
y reparadora de esperanzas para intentar vivir otra jornada
con una sonrisa.
Día 179: Correr
Es para mí un esfuerzo con demasiada satisfacción.
Es una lucha ganada de ante mano.
Es un tiempo perdido entre mis pensamientos y el paisaje que se me antoja.
Es dolor que nace del trabajo, no de la desidia.
Es saberme vivo.
Es una rapsodia para mis oídos
Y una ópera para mi vida
Es saber que compito conmigo y que nunca
me venceré.
Correr, en definitiva, impide que yo desaparezca.
Día 180: Destino
Toma tus cosas y lárgate.
Tu tiempo ya ha terminado.
Eres viejo y no tienes fuerza.
A lo mejor eres el dueño de tus recuerdos
Pero para mí eso no basta.
Ya estás vencido. Si no lo intentas. Ya estás vencido
Pero yo estaré siempre allí
Esperando por ti
En el frío de la noche o en el fervor del mediodía
En la espesura del bosque o en la paz de un camino
En la pasión de una largada o en el infinito gozo de una llegada
Porque tú eres un corredor
Para eso has nacido
Hombre.
Día 181: Conservacionismo
Correr no es un deporte de excelencia.
Es la disciplina del antes, el durante y el después.
Es el compromiso con tu propio cuerpo.
Y con tu oponente.
Con el poder de tus músculos que intentan escapar de su encierro. Y de su hastío.
Correr te acerca a los límites que rayan la utopía.
Te lleva a lugares imposibles.
Te traslada a momentos irrepetibles.
Te lleva a ti sólo a la meta. A tu propio logro.
A tu última conquista.
Para correr hemos nacido:
Hombres y mujeres libres.
Luchadores, competidores, temerarios y valientes.
Recuerda…
Cuando el pecho se cierra,
cuando los pies te sangran…
Cuando tus ojos sólo ven la huella en la que viajas…
mientras tu corazón intenta escaparse…
Es porque
Estás corriendo en la espesura de la selva
Estás corriendo en la ladera de una montaña
En el cauce de un rio
O en las arenas de un desierto…
Recuerda… Cuando corres…
Lo haces por tu vida
Desde las Montañas
Veo pasar el tiempo como si se tratase de una fina cascada de agua fresca y alegre que salta en las piedras de un río que nace justo en ese momento. En ese mismo lugar, tan especial y tranquilo, que siento deseos de quedarme allí adormilado viendo transitar los años.
Una circular manera de ver las cosas a la que llamo “crecimiento”. Pero este crecer no acaba en los cambios que mi cuerpo sufre con el correr de los años. Los meses. Los días o mejor aún, los minutos.
Si, los minutos, porque cada vez que me miro a un espejo veo otra persona reflejada. Más alta, más flaca, más segura de sí misma o más tímida, menos inquieta, más solitaria. Triste a veces y muy feliz minutos después.
Día 129: San Francisco
Lejano sendero de piedra y sol que conduce mis pies hacia tus alturas.
Tan sólo eso recuerdo.
Entre vientos fuertes y cálidas aguas, tu imponencia me atrajo y llegué una vez y luego otra y otra…
Porque así lo habías dispuesto montaña mía
Día 130: Viento
La fuerte brisa golpea tu cuerpo. Hiriendo en lo profundo.
De noche trae mensajes lejanos,
que de día no lo parecen.
Él es el enemigo declarado de mi viaje,
pues retrasa mi marcha, mi llegada,
y mi destino.
Aunque por su culpa.
me siento vivo.
Día 131: Piedras
Grises, naranjas, dulces, pequeñas o inmortales.
Las piedras en mi camino,
como un obstáculo que salvar,
un lejano escollo que rodear,
me ayudaron a crecer.
Como montañista.
Como persona.
Como ser humano.
Día 132: Camino y sendero
Sendero de tierra que te abre delante de mí,
y dibujas una sonrisa en mi alma.
Huella perdida en lo lejano
¿…Que haríamos sin ti…?
Que Subes a lo alto
Que desciendes al descanso y al encuentro.
Y así…
fabricas sonrisas en el lento camino
hacia mi corazón.
Día 133: Cumbre
Toma de mí lo que necesites.
Pues te debo el gozo mayor.
Paisajes de nadie.
Todos los colores.
Los buenos vientos del porvenir.
Y las lágrimas del olvido.
Pues ya nunca podré borrar de mis ojos,
tal alegría.
Día 134: Descenso
Correr o caminar,
al presentir la inmortalidad en mis piernas.
Reír como enloquecido.
Murmurar canciones de paz.
Levantar la mirada al firmamento.
Preparar mi estómago para la cena,
y mi brazo para izarlo al cielo.
Pues hemos sobrevivido.
Una vez más.
Día 135: La Última Cena
El agua hirviendo en lo frío.
La sal nadando en su salsa.
Una vieja cuchara bailando al compás del fuego y
los sabores que vuelan hacia silenciosas quebradas.
Atraídos por dulce viento que les chifla.
Y en nuestra hermandad,
la certeza de festejarnos en este final.
Quizás en otra montaña.
Nos volvamos a ver.
Día 136: Padre Nuestro
Tú que vives en las cumbres,
y bendito es tu nombre,
traednos hoy tu reino y has tu voluntad.
Otorgadnos la fuerza en este día.
Y aunque sepamos que has de perdonarnos,
no nos dejes caer
Y líbranos, en las alturas, del mal
Que así sea…
Día 137: Domuyo
Mi último esfuerzo se ha marchado.
No logré conquistarte,
y tú no lograste conquistarme.
y aunque no puedo pensar en ti con tanto ruido
tampoco dejo de pensar en ti en mi silencio
eres solamente una montaña
ni pequeña y grande
ni fría ni cálida
ni lejana ni cercana
eres solamente una montaña
que no logró conquistarme
pero regresaré
lo prometo
Día 138: Amistad
Amigo mío de aquella montaña
Montaña mía de aquel viejo amigo
Ambos son uno
Porque nacieron del tiempo y del descubrimiento
Porque me ofrecieron el pan de la salvación
Aún cuando no podría ser salvado
Porque no conocía en esos años de desesperanza y juventud
Las sorpresas de una vida cargada de aventuras.
Tu montaña estuviste allí
Y tú amigo estuviste allí
Compartiendo el pan y la tierra conmigo
Día 139: Nada
No hagas nada, y aunque allí también he estado, no deseo regresar.
El viento de las laderas concibió que mi memoria viajara,
y yo de pie, donde las rocas culminan,
o comienzan las preguntas,
tropecé con el camino del silencio y los murmullos.
Mientras el eco de las quebradas que renacían, como mis recuerdos,
jugaba a hacerse invisible,
oculto tras las ráfagas de sol que aún perforan mi cabeza,
yo buscaba respuestas. Aún lo recuerdo.
Aunque hayan pasado siete años.
Día 140: Juego Mortal
La vida y la muerte se trenzan como en un juego mortal.
Como en un juego amoroso,
la supremacía de una sobre la otra,
Se extiende a sus anchas ante la humildad de su oponente.
Pero no es humildad.
Es cobardía.
Mientras subo por laderas colmadas de plegarias,
escucho, en mi corazón, el fragor de la batalla.
Día 141: Adiós
Me despido con el respeto que se merecen.
Ya que,
como dulces melodías que se escapan de un viejo bandoneón,
han permitido que yo me acercara.
Y luego,
han permitido que regresara.
Me despido con la franqueza en mis manos abiertas.
No es mi intención mentir con estas palabras.
Sólo deseo prolongar el momento de mi partida.
Porque presiento que ya no volveré.
Y eso me duele.
Día 142: 6000
El Libro de las Conquistas
Surgió mi necesidad
y mi puño no pudo desentenderse.
Abracé mi memoria por la única conquista alcanzada
y en su honor gasté las horas de la noche.
Pinté con colores las historias de otros tiempos.
De mi fuerza y juventud.
Pero las palabras sólo viajan en blanco y negro.
Y borré lo escrito por temor.
Y escribí otra vez por valentía.
Hasta que por fin comprendí, de la verdad, su sabor.
Debía intentarlo.
Y un libro vio la luz, en algún día de aquel año, en el que pretendía,
llamarme escritor.
Contacto: Ferpi21@hotmail.com
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